Sabemos muy bien que la comida es un factor importante en nuestras vidas, pues nos permite, en principio, crecer, reponer energía utilizada, mantenernos saludables, etc. Pero este hábito, en ocasiones, puede convertirse en un modo de calmar la ansiedad; y quizás logre hacerlo momentáneamente, pero luego, esto, puede producir un mayor malestar ante la culpabilidad que conlleva haber comido de más.
Claro que me refiero a personas en que esta situación se ha transformado en un patrón, o habito más o menos constante y esto le preocupa.
En dicho caso, deberíamos preguntarnos entonces:
“QUE ES LO QUE ESTAMOS ALIMENTANDO?”
Nuestro organismo? o
Nuestro malestar emocional?
Como podemos diferenciarlos?
Al alimentar a nuestro organismo sentimos una sensación de saciedad y bienestar. Cuando sobrepasamos ese limite de necesidad fisiológica es donde frecuentemente expresamos: “Estoy por explotar”, “comí de mas”, “ese pedacito no debía haberlo comido”, etc. Esto nos da cuenta de cierta dificultad en el registro de nuestras propias necesidades, y cuan satisfechos estamos frente a estas.
Habiendo comido en demasía y hecho presente el sentimiento de culpa, se promete a si mismo a cumplir estrictas dietas o realizar ejercicios, pero pocas veces se plantea cual es la verdadera causa de atiborrarse de comida, por que se presenta ese estado ansioso que no logramos controlar por nosotros mismos?
En estas condiciones, será muy difícil, respetar una dieta, si el peso que esta sintiendo, que le excede, proviene de un malestar emocional. Y solo conseguirá frustrarse aun más, por la imposibilidad de cumplirla.
Ante esta situación es recomendable tomar conciencia a la hora de alimentarse. Si estamos ansiosos y/o angustiados, debemos evaluar si vamos a alimentar nuestro organismo, o solo incrementar nuestro malestar emocional, porque este ultimo también puede alimentarse de comida, y aumentar su peso tanto como el peso corporal.
Por todo esto, y por muchas razones que aquí no expongo, pero que si deben considerarse, es muy importante detectar nuestras emociones, que nos sucede realmente y encontrar el motivo que nos lleva a esto.
Si bien parece sencillo, no lo es. Estamos acostumbrados en ocasiones, a poner una gran sonrisa en nuestro rostro, cuando en realidad en nuestro interior alberga otra emoción. Nos convertimos en un cúmulo de emociones negativas, y cuando ya no toleramos la situación, pretendemos solucionar todo de una sola vez, pero se hará de la peor manera, ya que todas las emociones, sentimientos, ideas y pensamientos estarán mezclados.
Si logramos estar concientes de aquello que nos resulta complicado, doloroso, y/o incomodo, con el solo hecho de hablarlo, poniéndolo en palabras y dejando de “tragar” estas emociones, puede resultar aliviador.
Al decir de Aristóteles:
No hay comentarios:
Publicar un comentario