viernes, 10 de febrero de 2012

Un cuerpo pensado.

He apreciado últimamente el surgimiento o mas bien re-surgimiento, de gran cantidad de terapias alternativas y  tratamientos que creo comparten algo fundamental: el objetivo de calmar ansiedades, experimentar nuevas emociones, nuevas percepciones en síntesis darle lugar a nuestro cuerpo.
Estas terapias surgen en base a la necesidad de un cambio, sobre todo en la población occidental, y esto no es casual, pues los occidentales siempre nos hemos caracterizado por esta inclinación, la de ser excesivamente pensantes. Sentimos y hacemos pero en gran medida con nuestra mente.  Hemos estado evolucionando (por decir de algún modo) mentalmente, pero involucionando en otros aspectos. De repente somos una mente, nos identificamos con ella y vivimos nuestras vidas a través de ella, de fantasías, utilizando la “intelectualizacion” como medio de expresión fundamental.
Llamamos Intelectualizacion a: un mecanismo de defensa por el que el sujeto enfrenta conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo generalizando o implicándose en pensamientos excesivamente abstractos para controlar o minimizar sentimientos que le causan malestar. Como si el poner palabras en cada emoción, en cada conflicto, hiciera que resultase más fácil el control de las mismas.

Pero de que nos estamos defendiendo a través de este mecanismo de intelectualizacion?

De un miedo desmedido a sentir nuestro propio cuerpo, miedo a comprometernos, con uno mismo, con otros, con la vida. Miedo a sentir y demostrarlos.
Pues, internamente y en ocasiones muy a pesar nuestro, tenemos la convicción de  que si nos comprometemos afectivamente, podremos perder el control  y sentirnos desbordados por estos estados afectivos. Y como consecuencia seremos débiles, frágiles ante otro/s y ante nosotros mismos.

Que consecuencias podrían traer asociadas el miedo a perder el control?

Ante todo el aislamiento emocional. Si tratamos de mantener nuestros “afectos” aislados, encerrados en una burbuja, anestesiados, entonces creemos será mas fácil de controlarlos y que no nos “traicionen”, traduciendo esto en hechos, observamos gran cantidad de personas, que aunque los encontremos a toda hora rodeado de gente, en su interior se sienten solos, escudados tras una fachada que tergiversa la verdadera sensación de soledad.
De esta forma creamos un conflicto interno: Por un lado intentamos  mantener a raya nuestros afectos pero por otro nos estamos prohibiendo la posibilidad de amar, esa palabra tan amplia, tan cursi para algunos, pero indefectiblemente necesaria para sanar.  
Este conflicto, además,  puede manifestarse en nuestro cuerpo con alguna enfermedad o malestares que hacen intensificar nuestro aislamiento y mirada negativa sobre nosotros mismos.

 En definitiva la tendencia al aislamiento y acrecentamiento o exceso de intelectualizacion van de la mano y se alimentan uno de otro.

El temor a perder el control, aparece relacionado además, a la necesidad de no perdernos la instancia de las posibilidades, ese abanico lleno de promesas, de sueños, de deseos sin concretar. Nuestra mente nos hace creer que, mientras estas no se concreten podrán ser manipuladas, y yo diría que el alivio de no llevarlas a cabo, es el de no correr riesgos, el riesgo de sentir, de disfrutar, de equivocarnos, de crecer y entonces postergamos infinitamente, nos llenamos de sueños no realizados, de amores sin compromiso, de tareas interminables, todas apiladas, comprimidas en nuestra mente, obstruyendo la capacidad de pensar y actuar con claridad y objetividad.

Para aliviarnos realmente, debemos des-identificarnos de la mente, abandonar esa necesidad de ‘control’ constante a través de nuestra mente, pues hay situaciones, sucesos que no dependerán de nosotros.
Esto no implica dejarnos pasar por encima por los hechos que nos atemoricen o tengamos que resolver, sino más bien estar atentos, despiertos a la hora de responder. La diferencia no radica en los sucesos sino mas bien en como respondemos ante ellos.
Por todo esto creo vale el intento de dejar aparecer nuestro cuerpo, y si para esto necesitamos un nuevo método que nos ayude a liberarnos de nuestra mente, entonces creo no hay motivos para no tenerlos en cuenta. Cuando logremos acallar nuestra mente, junto con todos sus pretextos, ilusiones y falsas creencias, nuestro cuerpo podrá surgir.
Nuestra mente no puede suplantar a nuestro cuerpo, tampoco puede proporcionarnos el placer que produce sentir, sentir con cada uno de nuestros sentidos, con cada parte de nuestro cuerpo, con el corazón.
Somos seres formados por diferentes aspectos, pero todos conviven dentro nuestro y están intrínsecamente relacionados, por  eso es importante no desatenderlos, desmerecerlos o fraccionarlos.

Es hora de dejar de pensar a nuestro cuerpo. Empecemos a sentirlo, silenciemos la mente, corramos el riesgo, soltemos las riendas…


Lectura Recomendada:

-          El poder del Ahora. Autor: Eckhart Tolle.
                                                                                     

                                                                                 Tania D’Andrea
                                                                                    Psicóloga.