martes, 6 de diciembre de 2011

“Ensayo y error” como aprendizaje: puede devenir en “Ensayo, error y temor al castigo?"

Desde que nacemos y durante toda la niñez actuamos por ensayo y error para obtener aprendizajes a partir de ello, ya sean motrices, intelectuales, recursos psicológicos, y otros que persistirán en nosotros a lo largo de nuestras vidas pues han sido prueba que sirven a nuestra supervivencia como seres humanos.
Asi por ejemplo;
Un niño/a de dos años comienza a incorporar la noción de pequeño y grande y esto le permite levantar una torre. Primero probara seguramente con un pieza errónea, luego con otra, luego con otra hasta que un día se encuentra a si mismo construyendo la torre de bloques desde el mas grande al mas pequeño y festeja su logro alegremente después de sus múltiples intentos. Esto corresponde a un aprendizaje de tipo cognitivo  y a la vez, el reconocimiento de su logro, favorecerá su autoestima lo que seria además un aprendizaje que afecta positivamente su aspecto emocional.

Expuesto de esta forma parece un proceso sencillo, natural  y hasta saludable me animaría a decir. Pero que sucede, cuando estas instancias de ensayo y error que sirven a nuestro aprendizaje (físico, emocional, cognitivo) son excesivamente supervisadas, severamente criticadas y/o altamente exigentes?
Ante los requerimientos excesivos por parte de los padres, educadores o quienes cumplan dicha función, el niño/a ira incorporando a su esquema de aprendizaje la necesidad de:
-Revisar una y otra vez lo hecho, pero esta vez no con el fin de aprender sino con la de -agradar a quien le exige y supervisa. Y esto lleva implícito la duda y  la falta de confianza hacia si mismo.
- También podría limitar su exposición en público por miedo al ridículo, a no ser aceptado.
- Podria alimentar la necesidad de compararse continuamente con otro/s que estos adultos señalan como “mejores”.
- Hasta  evitar transitar el camino del aprendizaje en si mismo: adquirir un nuevo conocimiento, una nueva habilidad por el solo hecho del temor al castigo del que podría ser victima si comete mas errores de lo permitido, (permitido por ese otro que exige) o le llevara mas tiempo que a otros.
y tantos otros prejuicios impuestos desde afuera que no hacen mas que convertirnos en personas que quedan abatidas antes de comenzar la lucha, que no se permiten el tiempo necesario para equivocarse, pero equivocarse para aprender, sin temor a que los demás se burlen, aprender a dejar que los bloques se caigan y volver a construir, pero construir a conciencia, asegurando la base con un gran bloque.
Es una gran misión para padres y educadores, la de no permitirnos interferir en el aprendizaje de los niños de modo tal que hagamos de ese momento de APRENDIZAJE, un momentos de temores.
Darles el tiempo que precisen, a la velocidad que puedan, festejar sus logros, respetar sus caídas, y cuando veamos que están por cometer un error evaluar antes cuanto le ayudamos o perjudicamos el evitarles que se equivoquen, porque ese si puede ser nuestro gran error.
Debemos restituir el lugar del Error, ya no como fracaso, sino como OPORTUNIDAD. Una oportunidad para crecer, para superarnos, para desarrollar nuestra voluntad y esfuerzo. Porque muchas veces, no animarse a equivocarse, es no animarse a crecer.
No quiero despedirme sin antes aclarar, nuestra función como padres no queda desdibujada en esta tarea, pues los limites claros y precisos deben estar, así como la de estar atentos a su seguridad e integridad de los niños. Creo que la cuestión aquí es no excederse en las exigencias que transmitimos a los niños y coartan sus capacidades innatas de expresión y aprendizaje de las que muchos de nosotros deberíamos aprender o mas bien…recuperar como niños que alguna vez fuimos.

                                                                                                                       Tania D'Andrea
                                                                                                                           Psicologa